La hernia discal no es el problema, sino la consecuencia de un fallo mecánico
Cuando una persona acude al médico con dolor lumbar o cervical acompañado de síntomas como irradiación a brazos o piernas, pérdida de fuerza o sensación de hormigueo, es común que le realicen una resonancia magnética. En muchos casos, el diagnóstico es una hernia discal y se le señala como la causa del problema. Pero, ¿realmente la hernia es el origen del dolor o es solo una consecuencia más dentro de un proceso de deterioro mecánico del cuerpo?
Si no has sufrido un accidente o un traumatismo severo que haya provocado un daño directo en los discos intervertebrales, entonces la pregunta clave es: ¿cómo ha llegado tu cuerpo a desarrollar una hernia discal?
Mi razonamiento clínico: ¿de dónde viene realmente tu hernia discal?
El cuerpo humano funciona de manera mecánica y está diseñado para soportar cargas y distribuirlas de forma eficiente. Sin embargo, cuando adoptamos posturas mantenidas durante años y no somos conscientes de su impacto, nuestros tejidos comienzan a perder elasticidad y a volverse rígidos.
Los músculos y tendones que no reciben un trabajo adecuado de elasticidad y fuerza comienzan a acortar su rango de movimiento y aumentar su tensión basal. Esto genera un incremento progresivo en la compresión articular, lo que afecta a todas las estructuras biomecánicas:
- Extremidades: Primero, la rigidez afecta las articulaciones periféricas como hombros, codos, caderas o rodillas, limitando su movilidad y funcionalidad.
- Pelvis y tronco: Cuando estas estructuras pierden movilidad, la pelvis y la columna empiezan a compensar la falta de movimiento con patrones de sobrecarga, generando mayor estrés en las vértebras.
- Columna vertebral: Al llegar al tronco, la compresión sigue en aumento hasta alcanzar la columna, donde las vértebras comienzan a sufrir presión excesiva sobre los discos intervertebrales.
Esta presión constante expulsa progresivamente el material del disco intervertebral fuera de su posición normal, dando lugar a una protrusión o una hernia discal. Pero la hernia no es el problema real, sino el resultado final de un fallo en la mecánica del cuerpo.
El verdadero origen del dolor está en la pérdida de elasticidad de los tejidos estabilizadores, la falta de movilidad y el aumento de la compresión articular, que ha terminado afectando al disco intervertebral.
La biomecánica explica el fallo en la distribución de cargas
Desde el punto de vista biomecánico, la columna vertebral está diseñada para soportar cargas de manera equilibrada, con una distribución eficiente entre discos intervertebrales, articulaciones facetarias y musculatura estabilizadora (Kapandji, I.A. - Fisiología Articular).
Cuando los tejidos musculares y tendinosos pierden elasticidad y fuerza, dejan de absorber cargas correctamente, y la presión se transfiere de manera descontrolada hacia las articulaciones y discos intervertebrales. La falta de movilidad en estructuras clave, como la pelvis y la cadera, genera un efecto en cadena donde las vértebras se ven sometidas a un aumento de la compresión axial y de cizallamiento, lo que favorece la degeneración y posterior herniación del disco.
Este proceso biomecánico explica por qué la mayoría de las hernias discales no aparecen por traumatismos, sino por un deterioro progresivo de la movilidad y la estabilidad articular.
La fisiológica nos explica, cómo el déficit de elasticidad genera compresión articular
Desde un punto de vista fisiológico, los músculos y tendones tienen una capacidad natural de adaptarse a la carga, mioplasticidad. Cuando se someten a tensión de forma controlada, se fortalecen y se mantienen elásticos, pero cuando se dejan sin trabajo específico, se vuelven más rígidos y pierden funcionalidad.
Según el Tratado de Fisiología Médica Guyton & Hall, , la falta de elasticidad en los tejidos musculares y conectivos provoca un aumento de la rigidez y una disminución en la absorción de impactos. Este fenómeno ocurre debido a la desorganización progresiva de las fibras de colágeno y elastina, que generan un tejido más denso y menos flexible.
Cuando esto sucede en la musculatura estabilizadora del tronco, las vértebras comienzan a soportar un estrés mecánico elevado, lo que lleva a un colapso funcional de los discos intervertebrales y, con el tiempo, a su herniación.
Además, la rigidez muscular genera un aumento del tono basal, lo que incrementa la presión articular y agrava el problema.
¿Qué dice la ciencia? La evidencia detrás de la relación entre movilidad y hernia discal
Un metaanálisis publicado en el Spine Journal (Belavy et al., 2021) analizó la relación entre la movilidad articular y la degeneración discal, concluyendo que los individuos con restricción de movilidad en la cadera y en la región torácica tienen una mayor incidencia de hernias discales lumbares.
El estudio explica que la falta de movilidad en las estructuras periféricas redistribuye la carga hacia la columna lumbar, aumentando la presión sobre los discos y acelerando su deterioro.
Estos hallazgos refuerzan la idea de que una hernia discal no es la causa del dolor, sino el resultado de una alteración mecánica progresiva que debe ser corregida desde el origen.
Reflexión final, el problema no es la hernia, sino la adaptación del cuerpo
Si te han diagnosticado una hernia discal sin haber sufrido un traumatismo directo, pregúntate: ¿cómo ha llegado mi cuerpo a esta situación?
La respuesta no está en la resonancia magnética ni en la lesión en sí, sino en el desequilibrio mecánico y la pérdida de movilidad que han llevado a tu cuerpo a generar esta lesión.
Tratar solo la hernia discal es un error.
Corregir la movilidad, la elasticidad y la estabilidad articular es la clave para solucionar el problema desde su origen.
Si quieres saber más sobre cómo solucionar estos problemas de forma definitiva, te invito a ver el vídeo que acompaña este artículo en mi canal de YouTube.
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