¿Te operaste de una hernia discal y sigues con dolor? Quizá el problema nunca fue la hernia

Es cada vez más frecuente en consulta: personas que han pasado por una cirugía de columna, ya sea lumbar o cervical, con la esperanza de que ese dolor que les limitaba desapareciera. Dolor irradiado a brazos o piernas, sensación de entumecimiento, hormigueos… síntomas que muchas veces se achacan a una hernia discal visible en una resonancia. Sin embargo, tras la intervención, el dolor sigue. O vuelve. ¿Por qué?

Porque la hernia discal, en la mayoría de los casos, no es la causa del problema, sino la consecuencia.

¿Por qué seguir teniendo dolor tras una cirugía bien hecha?

Cuando no ha habido ningún accidente, traumatismo o golpe que justifique esa hernia, hay que preguntarse seriamente por qué ha aparecido esa lesión en tu cuerpo. Y, sobre todo, qué mecanismos siguen activos después de la cirugía que impiden que el dolor desaparezca.

En realidad, cuando el cuerpo genera una hernia de forma progresiva, lo está haciendo como resultado de años de compensaciones, de movimientos repetidos mal gestionados, de posturas mantenidas sin contrapeso muscular. El cuerpo ha sido llevado al límite por una forma de vivir, moverse y no cuidar lo que se sobrecarga a diario.

¿Qué ocurre biomecánicamente?

Cuando hay rigidez muscular, pérdida de elasticidad y bloqueos articulares en regiones como la pelvis, caderas, rodillas o pies, la columna empieza a compensar esas limitaciones. Esto genera más carga sobre los discos intervertebrales, menos capacidad de absorción de impactos y, a largo plazo, una protrusión o hernia.

Por eso, operar el disco sin corregir esas disfunciones es como cambiar una rueda pinchada sin alinear la dirección del coche. A los pocos kilómetros, el problema volverá.

La evidencia científica también lo confirma

Un metaanálisis publicado en Spine Journal (Gugliotta et al., 2016) demostró que el 26 % de los pacientes intervenidos por hernia discal lumbar seguían presentando síntomas a largo plazo, especialmente si no se abordaban las causas biomecánicas subyacentes.

Además, otro estudio en Journal of Orthopaedic Research (Danneels et al., 2019) mostró que los pacientes con debilidad en la musculatura estabilizadora lumbopélvica presentaban mayor recurrencia de síntomas postquirúrgicos.

¿Entonces qué solución hay?

La solución pasa por dejar de mirar solo la zona lesionada y empezar a analizar cómo se ha llegado hasta ahí:

  • Recuperar la movilidad de todas las articulaciones implicadas (tobillos, rodillas, caderas, pelvis).

  • Trabajar la elasticidad muscular perdida por años de sedentarismo o patrones repetitivos.

  • Estabilizar la musculatura profunda que sostiene tu columna.

  • Reeducar tu cuerpo para evitar seguir cargando donde no debe.

Solo así evitarás que el dolor vuelva, incluso después de una operación aparentemente exitosa.

¿Y si la cirugía fue el parche, pero no la solución?

No estamos diciendo que las cirugías estén mal hechas. Lo que decimos es que el enfoque está mal planteado. Se pone el foco en eliminar un síntoma estructural visible (la hernia), sin reparar en qué lo generó. Si tu cuerpo sigue funcionando igual que antes, el resultado no cambiará.

Como mecánico del cuerpo humano, no me limito a arreglar el ruido. Me obsesiona encontrar por qué se está generando el fallo. Solo así puedo ayudarte a que no vuelva a repetirse.

Si te operaste y sigues con dolor, no estás roto: estás mal gestionado

Muchos pacientes llegan a consulta con la sensación de que no tienen solución, después de una o incluso dos operaciones. Pero lo que no han tenido es una intervención sobre la causa real de su lesión.

Aún estás a tiempo de cambiar el rumbo. Pero no lo harás con pastillas, estiramientos aleatorios o más sesiones de terapia pasiva.
Lo harás cuando entiendas cómo recuperar la función de tu cuerpo.

En el vídeo que acompaña a este artículo en mi canal de YouTube, te explico paso a paso cómo abordarlo y qué errores evitar.



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